jueves, 12 de noviembre de 2009

Editoriales casi intercambiables

No es fácil pero el octogenario nuevo presidente de la Corporación RTVE, Alberto Oliart, lo ha conseguido: poner de acuerdo en sus editoriales a El País y El Mundo. Sus apreciaciones y argumentaciones han sido prácticamente coincidentes: la extrañeza o sorpresa por su nombramiento, los méritos políticos e intelectuales que se le reconocen, las dificultades con que se encontrará por su autoconfesado desconocimiento del medio televisivo que se enfrenta a importantes retos, etc. En definitiva, editoriales perfectamente intercambiables: todo un hito en el cainita panorama de los medios de trinchera en la España de los últimos quince o veinte años.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Houston, tenemos un problema

La tendencia es creciente en los últimos barómetros del CIS: los políticos son cada vez más considerados como uno de los principales problemas que tiene el país. Incluso en el último de octubre, recién publicado, aparecen por delante del terrorismo. Esto último tiene una doble lectura: la positiva de la pérdida de fuerza de esa lacra violenta que nos azota desde hace ya tantos años... y la negativa de la manifiestamente mejorable percepción de los políticos, teóricamente dedicados a solucionar y gestionar los problemas públicos, no a crearlos, y menos aún a ser ellos mismos catalogados como "problema": el cuarto después del paro, la economía y la inmigración.

Esta situación abarca además al conjunto de la clase política. Resulta desolador que ni Rodríguez Zapatero ni Rajoy alcanzan unas cotas de confianza altas entre sus propios votantes: al 42% de los socialistas y 48,9% de los populares, respectivamente, les inspiran poca o ninguna confianza sus propios líderes. Además, ninguno de los ministros del actual gobierno alcanza el aprobado.

Difícilmente puedan arreglar sus problemas de percepción pública y de credibilidad el PSOE y el PP mediante meras acciones de marketing político. La crisis económica, en el primero de los casos, y la división interna en el segundo necesitan de una regeneración de mayor calado. De lo contrario, el fantasma de la abstención se cernirá sobre ambos en las próximas citas electorales.

lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Cerrojazo informativo o avestruz periodística?

La defensora del lector de El País, Milagros Pérez Oliva, publicó ayer un artículo con el título de "Cerrojazo informativo", cuyo encabezado afirmaba a modo de resumen: “El acceso a las fuentes informadas es cada vez más difícil. El aparato de comunicación institucional secuestra información que debería estar a disposición de los ciudadanos”. Era una especie de segunda parte del publicado por ella misma dos semanas antes. “Políticos que no aman a los periodistas”, y cuyo resumen decía: “Empezaron convocando ruedas de prensa sin preguntas y ahora envían a los medios declaraciones grabadas. Las relaciones entre política y periodismo se deterioran”.

No le faltan razones pero quizás no tiene razón. Me explico. Es cierto que los medios de comunicación están siendo cada vez más “puenteados” por las fuentes interesadas o “informadas”. Es cierto también que no se puede llamar rueda de prensa a una comparecencia sin preguntas: para eso no hace falta enviar a periodistas. No es menos cierto que se ha generado una tendencia creciente a crear o contratar gabinetes de prensa, como dice la defensora del lector, por “la necesidad de gestionar la visibilidad pública” por parte de “todo tipo de instituciones, empresas y actores sociales”. El resultado, en su opinión, es que “los medios cada vez tienen más dificultades para decidir su propia agenda y cada vez son más prisioneros de lo que trata de imponerles ese aparato de influencia”.

Ahora bien, ¿no estará Pérez Oliva cayendo en una simplificación excesiva del papel asumido –no en todos los casos pero sí en un buen número– por los departamentos de comunicación de empresas, instituciones, partidos o cualquier otro tipo de organizaciones? ¿No es lógico que todos ellos organicen, de un modo cada vez más profesionalizado, su comunicación, y que los periodistas, antes acostumbrados a otros usos, tengan que acostumbrarse a lidiar con estos nuevos modos de hacer?

Los medios empiezan a ser prescindibles o, al menos, a ser considerados como un público más al que dirigirse pero no necesariamente el prioritario o fundamental. Los medios y los periodistas deberían además mirarse a sí mismos para mejorar su pretendida labor de intermediación. Quizás no sean del todo conscientes de que, al haber perdido su anterior estatus privilegiado de interlocución con el resto de poderes políticos y económicos, están perdiendo credibilidad a chorros ante unos lectores que, además, pueden utilizar muchos otros cauces alternativos de comunicación gracias a las nuevas tecnologías. Y los departamentos de comunicación lo saben.

Se escuda la defensora del lector en que critica estos cambios “no porque dificulten el trabajo de los periodistas, sino porque afectan al derecho de los ciudadanos a recibir información veraz”. Mal que les pese a medios y periodistas, ¿no estaremos entrando en un período en el que ese innegable derecho de los ciudadanos pueda verse canalizado por otras vías distintas a la clásica mediación del tantas veces llamado “cuarto poder”? Los tiempos están cambiando y el periodismo entendido en el sentido más tradicional ha entrado en una crisis que no va a acabar con la profesión periodística ni con el negocio de la información pero que va a forzar, está forzando ya, una reinvención de sus tareas y funciones. Echar la culpa a los gabinetes de prensa, jugando al victimismo, es lo fácil, pero resulta lo más parecido a adoptar la táctica del avestruz ante el peligro. Hay que jugar con unas nuevas reglas. Mientras no se interioricen, la tan necesaria labor del periodista se hará cada vez más infructuosa.